Especulación y redistribución de la riqueza

 La riqueza o el capital que se destruye en manos torpes no solo genera pobreza para su propietario, sino que también puede generar pobreza para todos los demás

Especulación y redistribución de la riqueza
No debemos dejarnos llevar por lo que se ve ni por las intenciones de los especuladores.

El diccionario de la real academia de la lengua define especulación como “Operación comercial que se practica con mercancías, valores o efectos públicos, con ánimo de obtener lucro”. Y para la palabra especulador ofrece los siguientes términos como sinónimos o afines: negociante, traficante, bróker, estraperlista, usurero, acaparador, estafador.


La primera definición es bastante neutra; sin embargo, los sinónimos que ofrece como alternativa al término especulador tienen una clara connotación negativa, hasta el punto de equiparar a un especulador con un estafador.


Creo que la RAE está reflejando correctamente esta acepción de la palabra porque en la sociedad sí que se utiliza la palabra especulador para referirse como tramposo a una persona que realiza una actividad con el único objetivo de obtener lucro, sin importarle en absoluto las consecuencias directas que ello pueda tener para otras personas. De hecho, la especulación junto con la usura, incluso el comercio en general, ha sido moralmente criticado o mal visto por muchas culturas y religiones.


Por ser lo más concreto posible, me voy a referir a la especulación que podríamos llamar de libre mercado, es decir, aquella actividad que consiste en comprar barato y vender caro cualquier tipo de bien que puedan llevar a cabo los agentes libremente y sin ningún tipo de privilegio legal (licencias, concesiones, rescates, socialización de pérdidas, etc).


Qué hace el especulador


Estamos una vez más ante una de esas situaciones descritas por Frederic Bastiat sobre lo que se ve y lo que no se ve. Lo que se ve, efectivamente, es que muy a menudo el objetivo del especulador es única y exclusivamente obtener lucro, sin importarle en absoluto las consecuencias que su actividad puedan suponer para los demás. Creo que es indudable que esto es cierto y no tiene ningún sentido pretender negarlo. Sin embargo, hay una serie de cuestiones muy importantes que no se ven o que poca gente menciona.


En primer lugar, no se suele ver que el especulador pone en juego su propio capital y si fracasa en su expectativa de evolución del precio debe asumir una pérdida. Es decir, tiene un incentivo totalmente alineado con acertar en el movimiento del precio. En segundo lugar, tampoco se suele dar demasiado bombo a las operaciones fallidas o mediocres de los especuladores, normalmente se suelen destacar mediáticamente aquellas operaciones en las que los especuladores han tenido éxito y a su vez han resultado perjudiciales para algún grupo de personas, pues es este grupo de personas quien suele denunciarlo.


La función de los precios


En tercer lugar, no se tiene en cuenta la labor positiva de generación de precios y de aportar liquidez que, involuntariamente, quieran o no quieran, proporcionan los especuladores. Damos los precios por sentados y no nos paramos a pensar cómo se generan ni la utilidad coordinadora que proporcionan.


En mi opinión, esto se debe fundamentalmente a dos razones. La primera es que, valga la redundancia, los precios por lo general no suelen tener precio, o lo tienen muy bajo. Es decir, igual que el aire que respiramos, los precios son extremadamente útiles, pero no son escasos, y, por tanto, no tienen valor. Y si no tienen valor, no tienen precio. Como no los valoramos, no somos plenamente conscientes de su utilidad.


Y la segunda razón es que la utilidad coordinadora de los precios en una economía avanzada, con una profunda especialización y división del trabajo y que tiene una enorme dependencia en el intercambio comercial, no es una función lineal sino exponencial. Y los humanos somos muy malos en procesar funciones exponenciales. Pero la torpeza de nuestros cerebros no niega la tozuda realidad de que los precios son una información extremadamente útil. Tanto es así que sin ellos apenas sería posible crear riqueza.


Distribuir la riqueza


Y en cuarto lugar, tampoco se tiene en cuenta que la especulación es una forma de distribuir la riqueza que tiende a colocarla en aquellas manos que mejor saben administrarla. Esta afirmación es muy políticamente incorrecta, pero la realidad es que no todos tenemos las mismas habilidades, y preservar y hacer crecer la riqueza es una tarea extremadamente difícil que no todos sabemos ni nos atrevemos a hacer de la misma forma. La riqueza o el capital que se destruye en manos torpes no solo genera pobreza para su propietario, sino que también puede generar pobreza para todos los demás. ¿Por qué? Porque el capital es valioso en tanto en cuanto va a ser útil para satisfacer en el futuro las necesidades del prójimo.


Cabe señalar además que la especulación, con todos sus defectos (asimetría de información, posible manipulación de la oferta, etc), es una forma voluntaria y no violenta de intercambiar riqueza, y que además se desarrolla en el propio contexto de la gestión de la riqueza. En contraposición a otras formas violentas y coactivas de redistribución de la riqueza, cuyo criterio puede ser totalmente ajeno a la diligencia en la gestión de la riqueza -simplemente se la queda el más fuerte o violento- o incluso opuesto a la correcta gestión de la riqueza robándosela a quien la genera para premiar sistemáticamente a aquellos menos hábiles en crearla y administrarla.


La especulación es, por tanto, la actividad económica por excelencia cuyo éxito depende en última instancia de la satisfacción de las necesidades de los demás. No debemos dejarnos llevar por lo que se ve ni por las intenciones de los especuladores, hay que tener en cuenta también lo que no se ve, los resultados positivos a largo plazo de la especulación en un mercado libre.


Por: El Instituto Juan de Mariana.

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